Los amantes del círculo polar. Julio Medem (1998)
“Es bueno que las vidas tengan varias vueltas, pero la mía solo ha dado la vuelta una vez y no del todo. Ahora mismo no puedo cerrar nada, estoy solo”.
Esta frase reproduce el soliloquio de Otto al principio de la película, cuando desde su avión observa el paisaje de Finlandia, una vez ha decidido buscar a Ana. No del todo, se dice a sí mismo, en una posición que marca ya la incompletud del protagonista masculino, que se esfuerza en trazar un círculo que finalmente le permita localizar el objeto del deseo.
Un primer encuentro se produce en la infancia de los dos personajes. El niño Otto, -que vivía rodeado por el resto del mundo- sale de su círculo siguiendo a una pelota y tropieza con la mirada de Ana, que acaba de perder a su padre. Ella, al ver al niño decide que su padre ha tomado cuerpo en él y en sus encuentros, seguirá buscando en él los signos que confirmen su creencia.
Otto, ya fuera de su círculo recibe el impacto de la mirada de Ana: nunca, dice, -nadie me había mirado de esa manera-. Una bofetada al padre, muestra la posición del sujeto infantil con respecto a ese padre que le avisa de que el amor termina, y el niño comienza a lanzar por la ventana pequeños aviones de papel donde escribe con urgencia, con la esperanza de que llegue a su destinataria, una pregunta sobre el amor que los espectadores no llegamos a leer,
Ana busca elementos comunes ¿serán tal vez sus nombres que se pueden leer igual del derecho que del revés? – pero, mientras para ella el rasgo unario anuda la voz a la letra, para Otto su nombre remite a la ficción del abuelo que rescató a un piloto alemán durante la guerra.” Otto, el piloto,” aparece en el circuito de los significantes marcando el devenir de la historia del chico.
La muerte de la madre de Otto, personaje que esboza en pequeñas pinceladas un goce mortificado ante el que su hijo sucumbe, desencadena el exilio del sujeto, y lo impulsa a un paso al acto incapaz de sostener su culpa por haber faltado a su promesa infantil de amor eterno. Otto no ha logrado hacer de Ana el sinthome que le permita reparar el nudo en el lugar donde falló. Y vemos que Ana, consentirá en hacerse la depositaria de sostener el deseo, ante un partenaire masculino, dividido entre el amor a la madre y el amor a la mujer. Se ocupará en sostener sus semblantes: le recordará la historia de su abuelo, le dirá que ha encontrado al piloto alemán, lo llamará a su lado, dando a su ser el nombre de valiente y trazará para él la línea del círculo Polar, donde ella le espera, sentada en el centro, con la esperanza de obturar el agujero, mirando el sol de medianoche.
Otto responde a su llamada y se dirige al círculo polar. El Nombre de Ana aparece escrito en el centro del mapa de coordenadas. Ana se presenta para él cómo lo que abrocha, el sinthome que puede devolverle a la vida. Pero no lo consigue. El recorrido circular de Otto termina ante el cadáver de Ana. La escena final, nos muestra el rostro de Otto en los ojos de Ana, que ya no pueden devolverle ese objeto-mirada que lo vivificaría.