Pasarlo bien y su más allá

En materia de Single no hay más que ir al mundo online y cada cual se lleva su particular impresión. Palabra que proviene del inglés que significa “simple”. Algunos adjetivos que se derivan son: único, soltero, sincero, sin división, entero1. En una lectura psicoanalítica, este “sin” división, completo, me parece importante subrayarlo. Aún más, si rastreamos el término en latín, singulus, destacaría la acepción de singular, luego suelto, señero (soltero, aislado o separ­­­­­­­ado de otras cosas del mismo tipo)2. La identificación single en la que hoy se refugian muchos sujetos contiene una paradoja, pues “buscan, quieren” el encuentro con otros. Un encuentro que la idealización lo convierte de inicio en “algo atrayente, entusiasta…”.

Fijémonos, asimismo, en el verbo “singlar”. Su significación náutica encaja bien para entender este fenómeno social: navegar, zarpar, timonear, flotar…Lo single, podríamos decir, llama a una travesía sin saber bien el rumbo. Preservando eso sí, la continuidad del solo aunque no sin el otro. Por tanto, apunta a una modalidad particular de relación al Otro. Se trata de una forma de embarcarse surcando la vida, de entrada, sin la responsabilidad de un compromiso, salvo el acuerdo -en ocasiones explícito-: “contigo, pero sin ti, para pasarlo bien”. En la travesía de las diversas experiencias, que ya forman parte de la clínica actual, se ve que este “sin compromiso” tiene un precio. Para algunas mujeres, sobre todo -aunque no solo- este es muy alto. Lo escuchamos en las consultas.

Si bien singles han existido en todas las épocas, el fenómeno Single es promovido por el mercado neocapitalista y podemos ubicarlo como una vía de tratamiento de los malestares de la sexualidad contemporánea. Ello no va sin los embrollos del amor, lo cual toca el deseo y el goce del pârletre.

De los líos del amor y de sus insatisfacciones, pasados por el tamiz del discurso imperante, el mercado Single se robustece y comercializa con los senti-miento-s de la gente. Su base es el principio del placer. Tenemos pues la contradicción servida, por un lado, está el llamado a “(…) ninguna perturbación, ningún ruido, ataraxia, andar campante, evitar los golpes, el exceso, tener buena salud, comer solo lo que haga falta, encamarse justo lo necesario, cuidarse, prestar atención a la higiene”3. El culto al cuerpo higienizado, diríamos. Y, por el otro, nos topamos con el exceso, lo que tiene que ver con las perturbaciones del deseo, lo que pertenece a otro registro que Freud situó como el más allá del principio del placer. Esto es, lo inevitable: el goce y sus sin-sabores.

En esta línea, la sexualidad hoy pasa a un plano de marcado pragmatismo, es usada por hombres y mujeres como “una actividad de ocio a consumir”. En un contexto de auge del objeto a al cénit social, las transacciones se hacen menos por identificación que por consumición, “por lo que el comportamiento social adquiere un estilo adictivo”4. La adicción no es exclusiva de los más jóvenes, en el mundo adulto también esta tendencia se instala: ellos y ellas consumen…, también sexo, frente a un real sin ley que sobrepasa. Ello no excluye que, en el encuentro entre unos y otros, el pârletre en posición femenina navega con su particular erotomanía y en la masculina surfea con su plus-de gozar contable y fetichista5. Nada más y nada menos.

Notas:

  1. Wiktionary.org: single.
  2. Wiktionary.org: singulus.
  3. Miller, J.-A., El partenaire síntoma, Ed. Paidós, 2008, p. 392-393.
  4. S. Tendlarz.
  5. Ibid., J.-A. Miller. Ed. Paidós, 2008, p. 289.
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