Citas: J. Lacan
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“En el tú eres mi mujer”, o en el “tú eres mi amo”, por donde el sujeto da muestras de no poder comprometer en primera persona su homenaje incondicional en el casamiento o en la obediencia, sin investir al otro como tal con la palabra en la que se funda, al menos durante el tiempo que a este le hace falta para repudiar la promesa.
J. Lacan, “Discurso de Roma”, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 169.
(…) nada en la fenomenología (...) puede dar cuenta ni del privilegio del fetiche en una experiencia secular, ni del complejo de castración en el descubrimiento freudiano. Los dos se conjuran, no obstante, para obligarnos a hacer frente a la función del significante del órgano señalado siempre como tal en su ocultación en la función del simulacro humano - y la incidencia que resulta del falo en esta función de acceso al deseo tanto de la mujer como del hombre, al estar ahora vulgarizada, no puede ser desdeñada como desviando lo que puede muy bien llamarse en efecto el ser sexuado del cuerpo -.
Si el significante del ser sexuado puede ser así desconocido en el fenómeno, es en razón de su posición doblemente ocultada en el fantasma, o sea, por indicarse allí donde no actúa y por no actuar a partir de su falta.
J. Lacan, “Maurice Merleau Ponty”, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 198.
¿No es ya bastante para que reconozcamos lo que le ha sucedido a Lol, y que revela en qué consiste lo que pasa con el amor, es decir, con aquella imagen, imagen de sí con la que el otro os reviste y que os viste, y qué os deja, cuando os despojan de ella, qué queda de ser abajo?
(J. Lacan, “Homenaje a Marguerite Duras, por el Arrobamiento de Lol V. Stein”, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 212.
Una logomaquia que trata de las relaciones entre el hombre y la mujer a partir de una armonía analógica que se originaría en la del espermatozoide y el óvulo les parece simplemente grotesca a quienes saben todo lo que se escalona, de funciones complejas y preguntas no resueltas, entre estos dos niveles de una polaridad, la polaridad del sexo en el ser viviente, que tal vez represente por sí misma el fracaso del lenguaje.
(…) Las cosas aparecen bajo un aspecto muy diferente en mi enseñanza, en la que se dice que se trata de revelar la estructura del deseo, y esto en tanto que justamente lo sexualiza la impotencia del lenguaje para dar razón del sexo.
J. Lacan, “Breve discurso en la ORT”, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 243.
La anécdota es qué caso hacer del amor: pero ¿cómo es entonces que aquello de lo que cada uno en lo particular hace su norma puede dar lugar a esta inflación en lo universal? Que el amor sea solo encuentro, es decir puro azar (cómico dije) es lo que no puedo desconocer en quienes estuvieron conmigo.
J. Lacan, “Discurso en la Escuela Freudiana de París”, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 298.
El saber en juego –he emitido su principio como el del punto ideal que todo permite suponer cuándo se tiene el sentido del plano– es que no hay relación sexual, quiero decir, relación que pueda ponerse en escritura.
J. Lacan, “Nota italiana”, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 330.
La experiencia analítica demuestra que, cuando somos dos, la castración que descubre el sujeto no puede ser sino la suya.
J. Lacan, “Alocución sobre la psicosis del niño”, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 385.
Por supuesto la castración no tiene rostro sino al término de este acto, no obstante, cubierto (el rostro), dado que en ese momento el partenaire se reduce a lo que yo llamo objeto a; es decir, como conviene, que el ser-para-el-sexo debe de experimentarse en otro lado.
J. Lacan, “Alocución sobre la psicosis del niño”, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 386.
En la concepción elaborada al respecto por Jacques Lacan, el síntoma del niño se encuentra en posición de responder a lo que hay de sintomático en la estructura familiar.
El síntoma, tal es el hecho fundamental de la experiencia analítica, se define en ese contexto como representante de la verdad. El síntoma puede representar la verdad de la pareja en la familia.
J. Lacan, “Nota sobre el niño”, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 393.
Resumiendo, el niño en la relación dual con la madre le da, inmediatamente accesible, lo que le falta al sujeto masculino: el objeto mismo de su existencia, apareciendo en lo real. De ello resulta que a medida que algo de lo real él presenta, está ofrecido a un mayor soborno en el fantasma.
J. Lacan, “Nota sobre el niño”, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 394.
¿Será la carta lo que hace que la Mujer sea ese sujeto, a la vez todopoderoso y siervo, para que cualquier mano a la que la Mujer le deja la carta retome con esta aquello de lo que, al recibirla, ella misma ha hecho un legado? ‘Legado’ quiere decir lo que la mujer lega por no haberlo tenido nunca: de donde la verdad sale del pozo, pero nunca sino a medio-cuerpo.
J. Lacan, Prefacio a la edición de los Escritos en libro de bolsillo, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, pp. 407-408.
Así, en el psicoanálisis, (porque también es así en el inconsciente), el hombre no sabe nada de la mujer, ni la mujer del hombre. En el falo se resume el punto mítico donde lo sexual se hace pasión del significante. (…)
Esta división [del sujeto] refleja los avatares del asalto que, tal cual, la ha confrontado con el saber de lo sexual, traumáticamente en la medida que este asalto esté condenado de antemano, al fracaso por la razón que he mencionado, que el significante no es apropiado para dar cuerpo a una fórmula que sea la de la relación sexual.
J. Lacan, “Radiofonía”, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, pp. 434 y 436.
(...) el discurso de la histérica demuestra que no hay ninguna estesia del sexo opuesto (ningún conocimiento en sentido bíblico) que dé cuenta de la pretendida relación sexual.
El goce con el que se sostiene está, como cualquier otro, articulado con el plus-de-gozar,
J. Lacan, “Radiofonía”, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 461.
En esta relación el partenaire solo se alcanza: 1) para el vir, al identificarlo con el objeto a, hecho sin embargo claramente indicado en el mito de la costilla de Adán, el que tanta risa daba, y con razón a la más celebre escritora epistolar de la homosexualidad femenina; 2) para la virgo, al reducirlo al falo, es decir, al pene imaginado como órgano de la tumescencia, es decir, lo contrario de su función real.
J. Lacan, “Radiofonía”, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 461.
De ahí las dos rocas: 1) la de la castración, donde el significante mujer se inscribe como privación; 2) la de la envidia del pene, donde el significante hombre se experimenta como frustración.
J. Lacan, “Radiofonía”, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 461.
A decir verdad con (á la verité avec) no hay relaciones de amor posibles, ni de matrimonio, ni de amor libre. Solo hay una segura, si usted quiere que ella lo pille bien, la castración, por supuesto la suya, y de ella, no hay piedad.
J. Lacan, “Radiofonía”, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 465.
Si se satisface ahí la exigencia del amor, el goce que se tiene de una mujer la divide, haciendo de su soledad partenaire, mientras que la unión queda en el umbral.
J. Lacan, “El Atolondradicho”, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 491.
Entonces como reconocería el hombre servir mejor a la mujer de la que quiere gozar si no es devolviéndole ese goce suyo que no la hace toda suya: por en ella re-suscitarlo.
J. Lacan, “El Atolondradicho”, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 491.
Es el Еτερος (…) quien, por escabullirse ahí como discordia, erige al hombre en su estatuto que es, el de homosexual/hombre-sexual (hommosexuel).
J. Lacan, “El Atolondradicho”, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 492.
El amor-odio es aquello que un psicoanalista, incluso no lacaniano, no reconoce a justo título sino como ambivalencia, es decir, la cara única de la banda de Moebius.
J. Lacan, “El Atolondradicho”, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 500.
Una mirada, la de Beatriz, esto es, nada de nada, un parpadeo y el desperdicio exquisito que es su resultado: y hete aquí surgido el Otro que solo debemos identificar con el goce de ella, de aquella a la que él, Dante, no puede satisfacer, puesto que de ella solo puede tener esa mirada, ese objeto. Pero de la cual nos enuncia que Dios la colma (…)
J. Lacan, “Televisión”, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 553.
¿Puede decirse por ejemplo que, si El hombre quiere a La mujer, solo la alcanza encallando en el campo de la perversión?
J. Lacan, “Televisión”, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 563.
La mujer no existe. Pero que no exista no excluye que uno haga de ella el objeto de su deseo. (…) Mediante lo cual El hombre, al equivocarse, encuentra una mujer con la cual todo puede ocurrir, es decir, habitualmente ese fracaso en que consiste el éxito del acto sexual.
J. Lacan, “Televisión”, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, pp. 563-564.
Resulta de ello: que el goce, cínico como tal, solo condesciende al deseo por la vía del amor; que constituye un obstáculo a cualquier programación de la relación sexual; que, en tanto femenino, repugna lo universal y concuerda con el infinito; que, en tanto fálico es “fuera-cuerpo”.
J. Lacan, Contraportada de los Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012.