No se conoce amor sin odio*

Quien ama bien, castiga bien, leemos en el análisis freudiano de la fantasía de ver como pegan a un niño. Ser pegado por mi padre, es el enunciado inconsciente que Freud construye apareado a su reverso incestuoso: soy amado por mi padre. El significante pegar toma en este contexto el significado de amar, y si esta fase de la fantasía no se recuerda es porque la represión ha operado y la culpa engendrada por los deseos incestuosos transforma el sadismo en masoquismo. El padre simboliza aquí el valor del significante del falo. En este núcleo de goce cernido por Freud erotismo y culpabilidad se anudan.

Medio siglo dista el Seminario Aún de este gran hallazgo clínico de Freud, en el que Lacan condensa en un neologismo hainamoration, traducido como odioamoramiento1, una zona de la experiencia del análisis donde amor y odio no son simplemente dos sentimientos contrarios dirigidos al mismo objeto, como pretende ese término bastardo –el adjetivo es suyo- de ambivalencia, sino más bien, una suerte de banda de Möebius en la que odio y amor dibujan un ocho interior que Lacan parece sutilmente insinuar en el marco de la transferencia analítica.

Estar convocados por el sintagma La discordia entre los sexos me ha llevado a ligar estas dos referencias: Freud, 1920; Lacan, 1973. Pero como siempre, los poetas lo anticipan. Dante inscribe el amor en las puertas del infierno, ambos, fruto de la creación del poder divino, suprema sabiduría y primer amor.

Lacan nos propone esta palabra nueva, una flecha que apunta a un ser al cual odio-amo, porque incluye al objeto a, que no debemos confundir con la agresividad que pendularmente oscila con el amor, con la inestabilidad propia de la relación dual, que como los puerco espines evocados por Freud nunca encuentran la buena distancia.

Como sugiere Gil Caroz2, el odio es de todas las pasiones la más difícil de reconocer y confesar. Negado y desconocido, puede transferirse a su contrario: un amor tan excesivo como sospechoso.

¿Dónde ubicar el odio celoso del pequeño observado por San Agustín, el niño que palidece al ver a su hermano prendido al pezón de la madre? Demudado ante el bebé que se muestra suspendido de la mama, la visión de su hermano poseyendo el objeto causa del deseo atraviesa al niño. En el lugar del Otro materno la tetina queda en posición tercera y la rivalidad se desata. No es menos llamativo que Lacan haga de los celos el arquetipo de los sentimientos sociales, la génesis misma de la sociabilidad.

En otro registro hallamos al odio puro que rechaza y suprime: el del racismo. Ese que ubica su propio kakon en un colectivo diferente y se sitúa por fuera de la lógica edípica. Es un odio dirigido al ser de goce del otro, que lo rechaza con un vigor que solo puede brotar de la pulsión de muerte cuando se exterioriza como fuerza absoluta, sin el menor indicio de dialéctica.

En esta dimensión no podemos hablar ya de odioamoramiento, puesto que no hay en el odio racista ningún atisbo de amor. Es un odio irreductible.

Notas:

      (*) Expresión utilizada por J. Lacan en el Seminario XX Aún, Ed. Paidós, 1981, p.110.

  1. Ibid, p. 110.
  2. “Connaître sa haine”. La Cause du Desir Nº93: Affects et Pssions. Navarin 2016, p.30.
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