Una delgada linea entre el amor y el odio(1)
“Cuando el Verbo se encarna las cosas empiezan a andar francamente mal”
Jacques Lacan, El triunfo de la religión
El amor tiene algo de espejismo. Crea la ilusión del Uno, del encuentro de un uno entre la multitud, y la del dos que hacen uno. Pero tras esta ilusión, se encubre el goce propio y su egoísmo, lo que hace peligrar al amor, que decepcione y aparezca el odio. Confrontado al goce, el amor corre el riesgo de desfallecer.
Lacan, en el Seminario Aún, otorga al amor un nuevo estatuto, el de suplir la no relación sexual. El amor permitirá establecer una relación entre dos sujetos a partir del reconocimiento de las marcas que dejó en cada uno el exilio de la armonía sexual.
Esta función inédita2 establece una afinidad entre el amor y el semblante, pues gracias a la palabra de amor el goce autoerótico puede enlazarse con el Otro, La palabra de amor nos permite creer en la existencia del goce del Otro, en que podemos gozar del cuerpo del Otro. El amor articula deseo y goce.
El amor requiere del semblante. El amor se dirige al objeto a, lo que permite una elaboración del goce. Supone, por tanto, un goce limitado. Facilita al sujeto el que pueda encontrar en el Otro el objeto que le complementa y define. “El amor mismo, subrayé la vez pasada, se dirige al semblante. Y, si es cierto que el Otro sólo se alcanza juntándose, como dije la última vez, con el a, causa del deseo, igual se dirige al semblante de ser”3, señala Lacan en Aún. La imagen del partenaire es una vestimenta que viene a envolver el objeto a, objeto que, de otra parte, no es más que un semblante de ser.
El odio, sin embargo no se dirige al semblante, se dirige al ser, a su destrucción. Se odia lo que constituye la alteridad del otro, la forma del otro de gozar. Un otro al que suponemos un goce en exceso y que daña al mío, como señala Eric Laurent cuando nos encontramos ante “el avance amenazante del goce del otro, cuando éste se aproxima mucho… No podemos transformar en nuestros los objetos de goce del otro”4.
No hay amor sin odio, y el más grande amor desemboca en el odio. ¿Cómo entender esto?
Como recordaba Hebe Tizio en este mismo blog, cuando el amor no encuentra un límite desemboca en el odio5. En esta línea, diría que cuando el amor no encuentra el límite del semblante, se acaba en el odio. Aparece un amor sin límite, afectado por un goce por fuera del significante, goce que Lacan en Aún esclarece a partir de su consideración del goce suplementario.
La demanda de amor perturbada por lo ilimitado puede desembocar en odio. Desde esta perspectiva, surge la pregunta de si el odio aparece como la manifestación de un goce ilimitado. Por eso apunta a la destrucción del otro.
Podríamos decir que cuando el partenaire no está presente frente a la demanda ilimitada de amor, el amor desemboca en odio. Pero, responder a tal demanda también conlleva la aniquilación del otro en su alteridad. Quizás por eso Lacan los articula, no hay amor sin odio, escribiendo un único término, odioamoramiento, para dar cuenta de esta nueva pasión que el psicoanálisis revela.
Notas:
- Título de una canción cantada por The Persuaders y versionada por The Pretenders.
- Miller, J.A.; El partenaire-síntoma. Ed. Paidós, Buenos Aires 2008, p.157
- Lacan, J.; Seminario XX: Aún. Ed. Paidós, Buenos Aires 1985, p. 112
- Laurent, E.; entrevista para el IX ENAPOL “Odio, cólera, indignación. Desafíos para el psicoanalisis” (Disponible en internet).
- Tizio, H.; Odioamoramiento (Disponible en internet).