Dame tu corazón

"No hay límites a las concesiones que cada una hace para un hombre: de su cuerpo, de su alma, de sus bienes. Es darlo todo, para serlo todo"1.

"Dame tu corazón"2 es un cuento de Joyce Carol Oates, donde una mujer rencorosa y obsesionada con quien fue su primer amor, le escribe una carta veintitrés años, nueve meses y once días más tarde, reclamándole que le entregue su corazón como le había sido prometido.

"Yo sólo quiero que me den lo que es mío, lo que se me prometió hace tantísimo tiempo. ¡Yo sí he sido fiel a nuestro amor, doctor K!"

Ella, una joven estudiante, se sentaba tal y como vino al mundo sobre las rodillas desnudas del doctor K, un hombre casado mucho mayor que ella. El relato deja entrever que el final de la relación causó en ella una pérdida irreparable. "... mi sistema inmunológico quedó dañado debido al desplome físico y mental que me causaste al expulsarme de tu vida tan de repente."

Durante todos estos años, no sólo no lo ha olvidado sino que lo ha estado observando de cerca sin que él lo supiera, como una araña, silenciosa y sigilosamente "... o es posible que, como la araña cabeza de diamante, habite silenciosa bajo tu propio techo, hilando mis exquisitas telas…"

Este relato crea una atmósfera inquietante y sobrecogedora que logra sacudir al lector hasta el final. No hay un planteo romántico de amor sino más bien un amor del lado de lo incontrolable, obsesivo y perturbador. Una demanda infinita de amor sobre el fondo de la no relación sexual y un goce que la sobrepasa. En la mujer, el amor puede tomar la forma de la erotomanía cuando su vida se organiza alrededor del amor sin límite "Has de saber que el profundo vínculo erótico que hay entre nosotros jamás podrá romperse; tú penetraste mi cuerpo virginal, tú me arrebataste la inocencia, la juventud, la mismísima alma."

"’Cariño mío, mi corazón es tuyo. Siempre lo será, para siempre.’ ¡Eso me prometiste!"

La protagonista se aferra a la literalidad. El amado deberá pagar su promesa con su órgano, no dejando lugar a la metáfora. Ella cree en la palabra de amor del hombre al pie de la letra, no quiere saber nada de la no correspondencia entre significante y significado, de la inexistencia de la relación sexual, de la disimetría entre los sexos.

Del lado hombre, el partenaire está determinado como objeto a, lo que hace que su partenaire-síntoma tenga la forma del fetiche, y que su relación con una mujer esté siempre determinada por su propio fantasma "Hubo un tiempo en que te maravillaba mi impecable ‘piel de Vermeer’ y el cabello ‘hilado en oro’ que me caía ondulado por la espalda."

Del lado mujer, el partenaire está determinado como S(Ⱥ) por lo cual toma la forma de la erotomanía. El partenaire S(Ⱥ), con una pata en el falo, le da la posibilidad de ser Otra para sí misma "(...) ‘Jody, por favor, no dejes de quererme, por favor, perdóname, yo sólo deseo morir si tú no me amas’, mientras de los torpes cortes en mis antebrazos brotaban hilillos de sangre en el agua caliente de la bañera..."

Para la protagonista, se trata de darlo todo para serlo todo. Quiere la correspondencia. Para ella, el lenguaje puede dar cuenta de la relación sexual, tomando la frase del amado al pie de la letra. Los fracasos del amor pueden dejar a la mujer en un estado particular de locura, confrontándola a lo ilimitado. La pareja estrago niega la castración, obturando la falta.

El termino estrago (ravage) es introducido por Lacan en el Seminario 17, El Reverso del Psicoanálisis, para dar cuenta de lo sintomático de la relación madre-hija. Sin embargo, en el Seminario 23, El Sinthome, Lacan sitúa al hombre en ese mismo lugar de devastación subjetiva. El hombre en tanto estrago nos lleva a pensar en el sin límite del goce femenino, y en su dificultad para simbolizarlo.

El estrago se ubica como la otra cara del amor, como el retorno de la demanda de amor. Del lado femenino, amor y goce están entretejidos. Hay un posible acceso al Otro por la vía del amor, pero la pérdida de amor en la mujer es equivalente a la castración en el hombre. Hay una demanda de carácter absoluto e infinito que no cesa. El amor fija a una mujer en su vínculo con un hombre tanto para lo mejor como para lo peor. Será por eso que podemos decir que las mujeres son locas, pero no locas-del-todo.

Notas:

  1. Lacan, Jacques, Televisión, en Psicoanálisis Radiofonía & Televisión, Ed. Anagrama, Barcelona, 3ª ed 1998, p. 128.
  2. Oates, Joyce Carol, Dame tu corazón, Ed. Gatopardo, 2017, p. 11-37.
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