La discordia entre los sexos en los cinco casos de Freud

El título de las próximas Jornadas nos conduce irremediablemente a hablar de las consecuencias de la tesis que atraviesa el psicoanálisis desde sus comienzos, esto es, a constatar que hay algo chiflado, algo loco, no de modo accidental sino esencial en las relación entre los hombres y las mujeres, en la relación entre el amor y la sexualidad.

Al comienzo, Freud pensaba que el síntoma era un fenómeno patológico que afectaba a algunos sujetos y que las neurosis eran la consecuencia de los traumatismos de la sexualidad. Al final, en ese gran texto titulado el Malestar en la Cultura, piensa que la sexualidad es en sí misma traumática, lo que obligó a modificar la definición del síntoma. De golpe, el síntoma se generaliza. Hay una “maldición sobre el sexo” (expresión que utiliza Lacan): la sexualidad es sintomática, está enferma debido a la existencia de algo inasimilable en sí misma.

Si tomamos las cosas a su nivel más visible y recorremos los cinco psicoanálisis que Freud publicó, comprobamos el carácter demostrativo de dicha tesis.

Para empezar, el “pequeño Hans”. Hans es un niño de cinco años que sufre de una fobia, algo banal en un niño de esa edad. Los padres lo llevan a Freud y uno se da cuenta de detrás de la fobia está el problema de la pareja que forman los padres. Hay una discordia en la pareja parental detrás del síntoma y, más allá de ella, también el problema de la pareja que Hans puede formar con las niñas, así como del hombre que él será en el futuro. El caso de Hans es, a este respecto, muy ilustrativo.

Tomemos el “caso Dora”, la encantadora adolescente que en su acting out pone en escena una cuadrilla infernal: dos hombres y dos mujeres. Lo que se descifra en el síntoma es el problema hombre-mujer, se pone al descubierto la discordia que anidaba en el juego del síntoma de Dora. Lacan aísla que en la “matriz imaginaria” con el hermano mayor la razón pulsional de la discordia al situar “la mujer como el objeto imposible de desprender de un primitivo deseo oral” (Escritos, p. 210).

Si vamos al “hombre de las ratas” vemos que el desencadenamiento de su trance obsesivo se produce justo en el momento de tener que elegir una esposa, problema –como sabemos– muy complicado para el neurótico obsesivo.

En cuarto lugar, en el caso del “hombre de los lobos”, Freud consigue descifrar los síntomas a partir de una escena que toma la forma de una discordia de la pareja formada por los padres.

Finalmente, en el “caso Schreber”, se nos muestra que la discordia se presenta bajo la forma delirante en la que Schreber acaba tomándose por la mujer de Dios. Recordemos que las peleas entre Ormuz y Ariman desempeñan un papel determinante en el delirio de Schreber. Éste tendrá que arbitrar en la querella entre ambos.

Si bien en los cinco casos freudianos encontramos diferentes formas o variantes de la discordia entre los sexos, no obstante encontramos dos constantes: 1ª) la falta de escritura de la relación sexual acarrea la dependencia de cada uno de ellos de los encuentros que tuvieron en su entorno y de los modelos normativos que la civilización inventa para "compensar" la falta de relación sexual. Los cinco psicoanálisis de Freud nos permiten captar el encuentro o los encuentros contingentes que hicieron escritura de esa discordia; y 2ª) se comprueba que ya establecido el modo de gozar se revelará necesario y no cesará de repetirse, en otras palabras, prevalecerá el "programa de goce" para responder a la discordia que supone la falta de una proporción sexual.

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